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Al margen de un enfrentamiento entre Cutolo y Mancini

Giampiero Arciero

Traducción: Ornella Oneto R.

In this article is discussed the meaning of the word post-rationalism in Guidano’s post-rationalist theory and in the actual perspective of the Post-Rationalist Institute (IPRA).

En este artículo se discuten las diferencias del significado del término post-racionalismo en la teoría post-racionalista de Guidano y en la prospectiva actual del Instituto Post-Racionalista (IPRA). Ya desde algunos números de “Cuadernos” venía en desarrollo un intercambio entre Cutolo y Mancini que tenía como trasfondo la teoría post-racionalista de Vittorio Guidano. Ya que yo soy el responsable del Instituto Post-Racionalista fundado con Vittorio Guidano –cuando estaba todavía con vida- me permito intervenir en esta discusión guiado sobre todo de la necesidad de aclarar a quien lee, dos términos de fondo que en este intercambio resultan particularmente confusos. No entraré, por lo tanto, en los argumento específicos sobre los cuales Cutolo y Mancini debaten –habiéndolos tratado no obstante en otra oportunidad (Arciero 2006, Arciero & Bondolfi 2009)– justamente porque me interesa lanzar luces sobre presupuestos que guían las argumentaciones de nuestros dos interlocutores.

En primer lugar entonces qué significa “Post” y luego, que indica “Racionalismo” en la expresión “Post-racionalismo”

El POST

Es sabido que en latín el post indica una preposición de lugar –por ejemplo, post tergum significa a las espaldas del tiempo, y en general significa después. Este segundo significado genera también mucha ambigüedad, justamente porque lo temporal puede indicar no sólo el después, sino que también un “más allá”, un adelanto, una superación de…como por ej. en la frase: después de la crisis tuvieron un hijo. Pues bien, de la respuesta de Cutolo pareciera que él entiende (y quizás no sólo él) este post, como un además, como un más allá del racionalismo. Deduzco entonces que desde aquello que él escribe estimulado por Mancini sobre la incapacidad evidente del post-racionalismo de Guidano de producir investigación científica que rebata primero publicaciones no propiamente científicas en tanto no sujetas a peer review, para después concluir diciendo que por “post-racionalismo” se entiende “un modo de pensar”. No comprendo bien a partir de qué fundamentos Cutolo hace estas afirmaciones, aunque es cierto que si el post-racionalismo hubiera sido simplemente un modo de pensar no sería posible entender en base a qué cosa Guidano insistía acerca de su cientificidad, o mejor dicho, sobre la diferencia entre una psicología y una psicopatología explicativa representada justamente desde el post-racionalismo versus una psicología y psicopatología descriptiva. Entonces, si de modo de pensar se trata, es al menos un modo científico-natural de pensar.

Por otro lado, sorprende un poco que también Mancini capaz de citar a Cicerone en latín incluso en situaciones visceralmente esforzadas (como nos ha mostrado algunos años atrás) permita evitar el significado del post temporal. Pero quizás Mancini ha puesto en práctica aquella parsimonia de las curiosidades que su amado Cicerone aconseja en De Officiis y en De Finibu.s Renunciando así a especular sobre aquel post como cosa superflua.

Sin embargo, cosa superflua no es porque el post signifique después, sin que eso implique una “superación de”, el término post-racionalismo se pierde en esa tonalidad del sentido que indica la superación de cierta posición y quiere simplemente decir: “después del racionalismo”. En este punto es necesario preguntarse qué se entiende con esto de “después” respecto a un antes del racionalismo y cómo era este antes, tanto así que se ha tenido la necesidad de invocar un después. Ciertamente este pasaje no puede ser comprendido o puede ser malentendido si no nos damos cuenta que la necesidad de crear una psicopatología científica “post-racionalista” pasa inevitablemente por un método. Este punto es fundamental. De hecho, si no fuese así, cada pretensión de cientificidad -que apela claramente en nuestro caso al punto de vista de las ciencias naturales- se esfumaría completamente. Entonces el post no puede relacionarse con el racionalismo en tanto prospectiva natural. El post concierne en cambio al método.

Cualquiera que ha hecho un experimento –reportándole a la comunidad científica los resultados- y ha reflexionado sobre las operaciones que ha llevado a cabo al hacerlo, sabe que el fundamento del método se relaciona con la designación de criterios (de juicio) en base a los cuales se acogen los fenómenos, de manera que allí se pueda indicar en el modo más unívoco posible. O sea, convierte al experimento en controlable y reproducible. El comportamiento teórico de las ciencias implica de hecho, necesariamente que las experiencias factuales sean pensadas a partir de categorías normativas y por lo tanto, a la luz de leyes generales. Por esto la búsqueda científica-natural, que es siempre guiada por el método, está siempre orientada a la correspondencia entre el juicio y el objeto (Adequatio rei et intellectus). Esto significa que cuando Guidano hablaba de una psicología post-racionalista y la quería científica-natural, el problema no podía ser el ir más allá del racionalismo. Si hubiese sido así no habría unido jamás sus proposiciones con aquellas de un biólogo como Maturana. Y al sello de este encuentro fuimos juntos a Santiago en el 1990. 

Si el post, entonces, se refiere al método –y es evidente que no podría ser de otro modo- el nuevo método debe indicar nuevos criterios. Y de hecho mientras una aproximación predictiva, por ej. la física, está metodológicamente fundada en la anticipación y en la predicción exacta de un fenómeno dado, esta nueva metodología explica el comportamiento de un organismo a través un mecanismo que sea en grado de reproducir el fenómeno observado como resultado de la dinámica interna de sus operaciones. El método entonces, en vez del de la predicción, es aquel de la reconstrucción y es por esto que es llamado constructivista (Varela 2001). La reconstrucción debe por lo tanto, dar cuenta de la conformidad del comportamiento observado con el comportamiento que emerge como resultado del mecanismo propuesto para explicarlo (Adequatio rei et intellectus). El constructivismo así entendido es entonces otra posibilidad del método racionalista.

No es una casualidad que el método de la reconstrucción haya sido tomado por uno de los más importantes neokantianos de inicio del ‘900, Pail Natorp de la escuela neokantiana de Marburgo, que fue la vertebra dorsal de la imponente Psicología General (1912). El constructivismo era la solución de Nartorp al problema del estudio científico del significado (por ej. la relación entre realidad y determinación categorial en la génesis del significado, los elementos determinantes en el significado de la individualidad histórica, la relación entre la esfera lógica y psicológica, etc.), un debate estrecho, aquel del significado, que había involucrado a partir de la segunda mitad del ‘800 a pensadores del calibre de Lotze, Cohen, Windelband, Rickert, Dilthey, Frege, hasta las extraordinarias intuiciones de la sexta búsqueda lógica de Husserl (la intuición categorial) y a la “silenciosa explosión del neo-kantismo” (a través de la Logosimmanenz-concreción del lo lógico al objeto-) debida a Lask, alumno de Rickert, fallecido prematuramente en la guerra. Los avances de estos dos últimos en el ámbito de la lógica serán principalmente los que permitan a Heidegger fundar una hermenéutica metodológicamente rigurosa (Keisel 1996).

Las investigaciones neo-kantianas entran en la neurofisiología a través de la prestigiosa escuela de Utrecht, la escuela de “Körpstellung”, que le otorgan a su fundador, Rudolph Magnus, la nominación al Nobel. Magnus muere antes de que se lo asignen. Su última gran conferencia se titula: “The phisiology of the apriori”. Su alumno De Barenne, que luego de la muerte de Magnus abandona Utrecht por Yale, publicará en 1930 un artículo de una titulación un tanto eloquente: “The Phisiological apriori”. De Barenne será del ’30 al ’40 el maestro de neurofisiología de McCulloch, quien en 1943 publicará con Pitts el famoso “A logical calculus of the Ideas Immanent in Nervous Activity”, considerado uno de los dos artículos fundamentales de la cibernética. En el laboratorio dirigido por él a fines de los años ’50, Lettvin con Maturana et al. Desarrollarán el concepto de auto-organización (Yovits y Cameron, 1960). Y esta es la genealogía de la epistemología experimental como amaba repetir McCulloch. Este es el “camino neurofisiológico”, seguido del constructivismo neokantiano antes que el post-racionalismo se lo haya apropiado como si fuese una novedad. Pero si la teoría post-racionalista de Guidano no se sitúa más allá del racionalismo, más bien esta misma es racionalista, esto quiere decir que diversas formas de racionalismo también diferenciadas por el método tienen un fundamento común: la búsqueda de la veracidad orientada desde la correspondencia entre la aproximación teorética-cognoscitiva (la idea, el juicio, la teoría, el mecanismo, etc.) y el objeto (Adequatio rei et intellectus). Pero entonces ¿de qué psicología racionalista hablamos cuando somos enfrentados al post-racionalismo de Guidano? Llego así al segundo tema: qué indica “Racionalismo” en el término “Post-Racionalismo”.

EL RACIONALISMO

A mi me parece que la síntesis de esta aproximación se muestra en un adagio recurrente según el cual “…el observador a través de sus observaciones introduce un orden en una red de procesos interconectados y articulados en múltiples niveles de interacción irreducibles entre ellos, aunque simultáneamente presentes” (Guidano 1992). Esto se trata del modo de entender la subjetividad y su relación con el mundo (gnoseología), pero al mismo tiempo de una definición del operar de un observador de esta subjetividad (epistemología). Miremos de a uno estos dos puntos.

Primero que todo, la subjetividad o, mejor, la organización biológica del conocimiento individual: es decir, la subjetividad como objeto. La característica esencial de este sujeto es el cierre (clausura) respecto a cada suceso real. Las situaciones, las circunstancias, la vida cotidiana desde esta perspectiva no son más que perturbaciones de las cuales el sujeto –como organización biológica- tiene una experiencia inmediata: una experiencia confusa, tan caótica que no le es posible distinguir una ilusión de una percepción como dice Maturana. A partir de esta experiencia bruta las categorías del discernimiento, del intelecto, construirán la explicación a posterior: introducirán el orden. Este orden puede ser identificado como un cuerpo de explicaciones de la realidad organizado según “deep syntactic rules” (como dice Guidano en el lenguaje de la gramática generativa). No es necesario tener particular competencia filosófica para acoger este modo de entender la subjetividad, la visión Kantiana. Ahí el famoso Copernicum Dictum de la introducción a la segunda edición de la Crítica a la Razón Pura, según el cual de la realidad nosotros conocemos a priori aquello que nosotros mismos nos introducimos. Es decir, las cosas se adaptan a las leyes del sujeto que las recibe cognoscitivamente. El conocimiento consiste, por lo tanto, en dar forma a través de la mediación categorial (lo que se conoce de James) a un material bruto pre-dado a la sensibilidad y experimentado inmediatamente (Mi múltiple de James).

Pero ¿cuál es el fundamento de estas categorías que nos permiten ordenar el caos impreciso del mundo?. En Kant es el “yo pienso”. La egoitad. El sujeto entonces puede ser comprendido como la base que unifica todas las categorías. Esto quiere decir que mientras ordeno esta o aquella experiencia de acuerdo a ciertas determinaciones contemporáneamente soy consiente de mí en cuanto sujeto (self consciousness). La subjetividad corresponde así a un continuo reordenamiento que unifica la variedad de las experiencias singulares en un sentido de unidad y continuidad personal. Es entonces evidente que el significado de mi experiencia es relativo a cómo yo conecto la multiplicidad de la experiencia. Esto pienso yo, es justamente el orden. Pero mientras este sujeto corresponde al orden de la variedad del experimentar, eso mismo, se escapa a cada toma cognoscitiva a través de la generación de un reenvío al infinito: a un metanivel, a un meta-metanivel y así sucesivamente. Este es uno de los problemas a los cuales Kant no encontrará solución tampoco en la segunda edición de su Crítica que, como es sabido, vió la luz después de cerca de 6 años de reflexión y de repensar la primera. La solución llegará desde la cibernética. Entredejo los estudios fundamentales sobre la relación entre kantismo, neo-kantismo y epistemología experimental, la cual en sus inicios resale hasta von Helmholtz y atraviesa, como habíamos señalado, una cierta neurofisiología de fines del ‘800 y de todo el ‘900, para dar en vez algunas indicaciones sobre la solución biológica propuesta por Maturana al problema del a priori kantiano. Maturana encuentra en el mecanismo biológico el “lugar” en el cual yo pienso se encarna (embodiement); ahí yo pienso que corresponde a la organización biológica misma. Maturana resuelve así el problema de qué es el ser de este “yo pienso” y es esta la solución que autoriza Maturana y entonces a Guidano de hablar de ontología biológica. El ser es el mecanismo ordenador encargado como sistema auto-organizado; por eso vivir corresponde a conocer.

Cierto es que aviene preguntarse si efectivamente la experiencia de la vida es reducible a una toma cognoscitiva (que tiene el mundo entre paréntesis) y si el ser en su historicidad es comprensible después como un mecanismo! Pero bien, más allá de estas preguntas retóricas, todavía más fundamental es tener claro el hecho que la constitución de una ontología regional como aquella que Maturana propone y a la cual Guidano reduce su psicología, no representa ningún cambio ontológico. Ya que la pregunta a cuál ontología biológica responde es aquella de “qué es el ser”, esta se inscribe en la tradición Platónica-Aristotélica que mira al ser como una cosa a la mano (la palabra griega es ousia y Aristóteles define sus significados en Metafisica, Delta 5). No hace ninguna diferencia si esta ousia tomará en el curso de la historia de la metafísica occidental el nombre de creatura dei, res cogitans, mónada, consciencia que irradia actos intencionales, sistemas complejos lejanos del equilibrio o sistemas cerrados auto-organizados. Detrás de todas estas formulaciones el ser del ente es siempre comprendido a través de las mismas categorías que sirven para aferrar una cosa al presente1. Esto quiere decir que el estudio del ente en cuanto ente –la ontología propiamente- que corresponde a estudiar las estructuras categoriales comunes a todo aquello que es, entiende cada ente (por ej. las mariposas, las estrellas, las piedras, las flores, los simios, los hombres, etc.) como una cosa. O sea, no se da en esta tradición la diferencia ontológica entre el ser de un hombre y el ser de una cosa o, en el caso específico, el ser de un sistema! La ontología biológica de Maturana se inscribe justamente en esta tradición. Entonces si no cambia la ontología, no sorprende para nada que aquello que viene anunciado como descubrimiento ontológico no haya producido cambios en la comprensión del funcionamiento mental normal y patológico!

En el contexto evolutivo de la ontología biológica, la teorización de las emociones como aquella que se abastece de los estudios del apego (apoyados en el imprinting de Lorenz) adquiere una relevancia prominente. La organización biológica que Maturana hace corresponder a la organización del conocer, se convierte para Guidano en la organización de dominio emotivo y las distintas formas de dominio emotivo (o sus combinaciones) igualmente forman la organización del conocimiento. Orientando desde una interpretación de la teoría del apego, Guidano distinguirá 4 (y sus posibles combinaciones) que llamará Organizaciones de Significado Personal. Guidano pone así en el fundamento de la organización del conocimiento, del yo pienso, una teoría de las emociones. Subrayo: una teoría de las emociones y no la experiencia emocional. Según ésta teoría no sólo las experiencias precoces, sino la afectividad adulta, el amor, en absoluta continuidad y unidad con las experiencias precoces, aseguran la perseverancia en el tiempo de la organización (la ousia aristotelica) al enfrentar cada cambio. Guidano aquí toma prestada la concepción del amor como conocimiento de W.I.Thompson, la cual en sus inicios es la búsqueda de las intuiciones de Max Scheler, y la conjuga con los estudios sobre el apego adulto de Shaver y Hazan conducidos a través de los lentes del apego infantil. Por otro lado, la experiencia emocional verdadera y propia es, en cambio, teorizada asumiendo la prospectiva del padre del racionalismo moderno, Cartesio, que en las “Pasiones del alma” las conceptualiza en términos de propensión a actuar (Maturana 1994).

Esta teorización de la persona pone entonces como equivalente del yo pienso a la organización emotiva que se convierte así en la matriz del significado. Del mismo modo, del yo pienso, del cual toma postura la organización emotiva, se forma el sentido de unidad, de continuidad personal y de la permanencia de sí frente a la multiplicidad de cambios. Esta transformación del yo pienso permite a Guidano definir al hombre como un objeto estable –la organización- siempre igual a sí mismo, determinado de una vez por todas en relación al tipo de apego. Detrás de la vida real y en el desenvolverse de los eventos, hay un hombre ideal que, guiado del orden emocional dado por el apego, es capaz de transformar la perturbación en significado, autorefiriéndose los sucesos de existencia según la coherencia de la organización. Las múltiples formas de los fenómenos a través de la lógica de la autoreferencia son reducidas a un “core meaning”, cuya fundación es aislada de cada contexto contingente de modificación histórica. La experiencia viva es aplastada por formas ideales y por categorías de ellas recabadas que señalan a priori la posibilidad de acceso a la experiencia personal.

Esta modalidad de acceso del sujeto a la propia experiencia ordinaria es duplicada en el dominio científico de las operaciones del observador (epistemología). Vuelve aquí el viejo adagio, querido por los cognitivistas, del hombre como científico y de la superposición entre la gnoseología y la epistemología. También en el dominio de la práctica científica como en la vida ordinaria, el observador reconstruye en la conciencia los fenómenos observados a través de las proposiciones de un mecanismo en grado de explicarlas coherentemente. El observador, es decir (por ej. el terapeuta), ordena según principios apriori los datos sensoriales que el organismo genera en relación a las perturbaciones ambientales y reconstruye a la luz de la teoría “las reglas sintácticas de base que gobernarán los aspectos invariantes del sujeto” destinado como organización biológica (Adequatio rei et intellectus). De este modo el análisis de la historia de vida -desvitalizada- queda subordinado a la idea general de método. Guiados por el antiguo fundamento del pensamiento racional según el cual el objeto presente se convierte en accesible a través de la idea (Platón) –la aplicación entonces de un universal teórico a las contingencias de la vida- el método de la reconstrucción busca la coherencia de la organización a partir de las situaciones parceladas hasta extenderse a toda la historia 2. Desde esta perspectiva el significado histórico es sólo y puramente una tarea de la conciencia. Y es justamente la búsqueda de las estructuras inmanentes del dominio de la conciencia –las condiciones trascendentales de posibilidad de nuestro saber propio- que Varela, sobre el camino de Husserl y a través de una apropiación singular de Merleau Ponty, pondrá el centro en su neurofenomenología.

Como consecuencia, mientras la historia de la persona es reducida a una constelación lógica que como un signo zodiacal determina el destino del sujeto, quitándole la responsabilidad de los actos a partir de las primeras fases del desarrollo hasta la muerte (Arciero 2006) –ahora tampoco los genetistas se guían por estos criterios!- a través de la mirada teórica la experiencia vivida es desvitalizada y la experiencia efectiva de la vida es deshistorisada 3. Este concepto de método determina qué tipo de unidad y de multiplicidad constituye la conexión de las vivencias y es así que la psicología post-racionalista de Guidano, en vez de la persona en carne y hueso, pone el tema del sujeto ideal, la maquina viviente, sería entonces más adecuado hablar de Organización de Significado Im-Personal.

En el ámbito de esta perspectiva es difícil entender la utilización a manos llenas por los seguidores de estas teorías de la visión narrativa desarrollada por Ricoeur (algunos hablan de los estilos de las organizaciones, otros de narrativas emocionales, otros de narrativas personales, otros de significado narrativo, otros incluso de ¿¡abstracciones narrativas!?) justamente porque detrás de la cuestión de la narrativa se resalta aquello del lenguaje y, como fundamento de esto, aquello de la temporalidad, de la experiencia pre-reflexiva. Temporalidad entendida como el acontecer en una sóla vez de modo decisivo de la vida!

La misma suerte le toca a las categorías hermenéuticas de Inwardness e Outwardness por mi enumeradas y –usadas por algunos sin siquiera citar las fuentes- desnaturalizadas al rango ontológico de categorías de ordenes de la objetividad y privadas así de cada sentido4. Cierto, en una psicología que tiene el rigor de charlatanería (Das Gerede) se puede decir también que el fierro es leña o que los burros vuelan…! Es en cambio, mucho más fácil comprender cómo esta misma perspectiva genera, sobre las huellas de Freud, el tentativo de teorizar todo aquello que queda fuera del sujeto teórico-racional. Y entonces el inconsciente se convierte en el lugar de aquella representación cognitiva que, aunque no entran en la conciencia, opera como metaconsciencia afectiva o como cognición inconsciente (Balbi 2009). Es verdaderamente difícil ser más racionalista que esto! Sin embargo, estas acrobacias son perfectamente coherentes con el post-racionalismo de Guidano. Estas serían también adecuadas si los seres humanos fuesen machinas vivientes en vez de personas de carne y hueso! Me parece entonces que el post-racionalismo de Guidano así como la epistemología experimental de Maturana, comparten la misma perspectiva ontológica que anima el pensamiento moderno, caracterizada de la determinación anticipada del ser como si fuese una cosa, como si fuese un producto –el sistema auto-organizado- que permanece procesualmente inmutado en el tiempo y que inmutablemente está a la base (sub-jectum) de todas las cualidades variables.

Es inútil decir que este camino que Vittorio Guidano estaba abandonando cuando la muerte la coge –como se ve en el su último ciclo de lecciones que añaden algo nuevo a los libros escritos de su puño- es parte ya de muchos años exclusivamente del patrimonio histórico del Instituto Post-Racionalista que yo dirijo. El post del post-racionalismo para nosotros significa más allá del racionalismo y este significado es sostenido por otra ontología, orientada en vez de la cuestión del qué es uno (¿qué es el alma? –ti esti psychè- se pregunta Aristóteles al inicio del II libro del De Anima, obra que es el fundamento de toda la psicología occidental), a la pregunta sobre el quién: “die Werfrage” de la hermenéutica ontológica. Si miramos la vida humana desde esta perspectiva, la única cosa que verdaderamente sorprende es cómo es que todavía nos pueda interesar la normalidad o la psicopatología de los seres humanos teniendo como principio ontológico fundamental –desde los cuales recabar leyes y modelos psicológicos y psicopatológicos- el ser de la cosa a la mano!

Para nosotros el intento fundamental de la psicología es el estudio de la vida efectiva en su historicidad y singularidad, y la vida factual es el terreno de comienzo de la fenomenología hermenéutica entendida como método puro. Método quiere decir la búsqueda de un acceso al análisis de la experiencia vivida conforme a la experiencia misma, de tal manera de poderla coger a partir del sentido de actuación específico y efectivo; la fenomenología hermenéutica no impone a la vida los conceptos, más bien, “se los hace donar desde la cosa misma”. Una psicoterapia orientada en este sentido pone por primera vez a la persona y su mundo –no la teorización del sujeto- al centro de la investigación y de la sanación.

Por otro lado, a la redefinición de la psicología como ciencia le corresponde la estipulación de una nueva regla del juego entre psicología y neurociencias (Arciero 2006, Arciero & Bondolfi 2009). Y de esta alianza nacen nuestras investigaciones en las neurociencias (Bertolino et al. 2005, Rubino et al. 2007, Mazzola et al. 2010, Mazzola et al. (submitted a), Mazzola et al. (submitted b), Ferri et al 2009, Ferri et al. (in preparation) y en la psicología del desarrollo (Mazzola, Palla et al. (in preparation)), que no son ni libros orales, ni clases de training, ni charlatanerías de pasillos universitarios, ni un modo de pensar, sino papers científicos y en curso de publicar en peer reviewed journals. Nuestro instituto está entre las raras escuelas de formación en Italia que invierte en investigación y, seguramente, la una que tiene un team en grado de elaborar datos de imágenes funcionales que permiten colaborar con centros de investigación prestigiosos como Parma y Ginebra, además de Bari. Desde este modo de entender la psicología y su relación con las neurociencias, ha nacido una nueva visión de la psicopatología que un jurado de la Asociación de la Prensa médica inglesa -presidida por Trevor Jackson, Magazin Editor del British Medical Journal, y por Danny Rees, medical science librarian at the Wellcome Foundation- ha querido reconocer premiando el volumen escrito con Bondolfi sobre este argumento “Selfhood, Identity and Personality Styles” en tres libros del año 2010 en la Specialist readership section.

Es evidente entonces que el post-racionalismo al que se refiere Mancini no tiene nada que hacer con aquel del Instituto Post-Racionalista fundado por Guidano y que representa desde siempre las posiciones científicas oficiales del constructivismo post-racionalista. Hoy en día estas posiciones no sólo se terminan con las teorías de Guidano, las que en cambio desde años son consideradas completamente superadas, sino que delinean una nueva visión que se refleja factualmente más allá de la práctica terapéutica en la investigación científica. Es este modo de entender la psicología, la psicopatología, la psicoterapia y las neurociencias el que inspiró el último gran congreso internacional del constructivismo de Bari en el 2003 organizado por el IPRA y que tenía como título: “Constructivismo, fenomenología y brain imaging”.

Algunos meses después de aquel congreso, una post-racionalista “ortodoxa” pide hablarme porque dice que yo comento mis críticas públicas a la teoría de Guidano. Siendo de conocimiento la profunda amistad que me unía con Vittorio Guidano y sin hacerse tampoco ni por un momento la pregunta sobre qué pasiones animan mis posiciones, interpretó aquellas críticas aplicando a estas un significado prefabricado según las directivas de sentido de una Organización pre-confeccionada. Mis posiciones se convierten entonces en el resultado de un luto no elaborado: el bloqueo a la fase de protesta por la pérdida del querido amigo, en una Organización depresiva! Este episodio me parece que muestra en síntesis y en la práctica en qué se traduce el racionalismo del post-racionalismo; el análisis del significado impersonal se engulle la persona y la deja sin palabras, sin historia y trágicamente sin responsabilidad! Quizás si los costos –y todas las como ella- serán alguna vez marchitos por aquellas luces de las palabras de Aristóteles cuando al inicio de la Ética Nicomaquea disponiéndose a criticar la idea del bien de Platón dice: “Se puede ciertamente retener como más oportunamente, incluso deberistico, para salvaguardia de la verdad, dejar los sentimientos personales, sobretodo cuando se ama la sabiduría, de hecho también siendo entre nosotros queridos (la verdad y los amigos), es algo sagrado dar la preferencia a la verdad ” (I 4,1096a 12-16).

Al final de esta indebida imposición de mi voz entre Cutolo y Mancini dirigida sólo a aclarar aquello que al lector pudiera resultarle oscuro, me queda una pregunta o mejor una curiosidad sobre mis interlocutores involuntarios. Yo me pregunto como es que a ambos, quizás tomados por la pasión del enfrentamiento, se les haya escapado el poner el tema del presupuesto mismo de sus argumentaciones que en el fondo los caracteriza a ambos: qué significa ser racionalistas. Y si no se puede compartir con Mancini la exigencia de la cientificidad que el reclama como criterio para quien pretende decir cualquier cosa en psicología, yo digo que eso no basta, como demuestra aquella investigación de algunos años atrás de un grupo de italianos, premiada con el Ignobel, que había descubierto (sic!!!) que desde el punto de vista bioquímico el enamoramiento es idéntico a los desordenes compulsivos-obsesivos! Hoy, enfrentar las neurociencias implica confrontarse con un nuevo dominio de problemas. Mancini es sin dudas consciente –habiendo contribuido a la realización de un estudio fMRI (Basile et al 2010)- que para conjugar el estudio de la psicología con aquel de las neurociencias (o también de la genética) es hoy necesario interrogarse sobre la relación entre los fenómenos psíquicos y su sustrato neural, pena la transformación de la psicología en una función servil. Esto le está sucediendo a la psicología cognitiva, tanto que Gazzaniga ya desde algunos años ha anunciado su muerte (1998). Por lo tanto, a la necesidad de redefinición de los confines y del ámbito de reflexión de la psicología como ciencia, yo añado la solicitud de un rigor conceptual que transparente los principios que guían el acceso a aquellos fenómenos que se quieren indagar y que con clara evidencia la invocada cientificidad no basta para legitimar.

Señalo sólo para completar, renunciando a cada comentario, la rotación absoluta del sentido que el término ousia sufrirá a través de la experiencia de la Par-ousia –o mejor, del comportamiento en el enfrentamiento de la parousia– que impregna los escritos de Paolo (ver por ej. I Ts 5,1-6) y que será el origen de una época de repensamiento de la temporalidad y de la historicidad del ser.

A la luz de esta línea interpretativa pueden ser estudiados Agostino, el joven Lutero, Pascal, Kierkegaard, Heidegger, Ricoeur. El tema de fondo que se entrevé en las obras de estos pensadores es que la relación con la existencia no es teorética, de conocedor a conocido, sino una relación de autodeterminación práctico-decisional por lo cual el ser se reconoce en aquello que decide ser y hacer de vez en vez (Jeweiligkeit).

Como escribe Heidegger para comentar el método de la reconstrucción de Nartorp: “El neokantismo (Nartorp) se limita a volcar el proceso de la objetivización (del conocimiento del objeto) para incluir así a la “subjetivización” (que constituiría el proceso filosófico-psicológico)” (Heidegger pág. 39, 1995)

Claramente cuando señalo los signos zodiacales lo hago en modo irónico teniendo presente aquello que los antiguos consideraban el objeto de las ciencias teoréticas: es decir, de aquellas ciencias, como la teología, que estudiaban los entes que tenían la característica de no poder ser distintamente de cómo son –por ej. el movimiento de los cuerpos celestes, etc. Pero el todavía joven Kant 2000 años después, en el prefacio de la Naturegeschichte und Theorie des Himmels escribe: “Yo reconozco todo el valor de aquella prueba que se deduce de la belleza y del orden perfecto del sistema cósmico a confirmación de un creador sumamente sabio” (pp.138).

Estas categorías hermenéuticas toman origen al final de los años ’90 con mis estudios sobre Scheler y se desarrollan hasta las reflexiones sobre laBefindlichkeit a través de Agostino, la mística medieval, Scotus, Cartesio, Henry, Merleau Ponty, y la profundización de uno de los descubrimientos de la lógica hermenéutica más brillantes del ‘900: la indicación formal. Sobre la vertiente de la psicología de las emociones, estas son puestas en confrontación con las teorías de las emociones de Sartre a Ekman, de Harré a Prinz y Damasio, de Griffith a Solomon etc. Todo este complejo aparato conceptual que sostiene mi investigación sobre el emocionarse –formalmente indicado- es cancelado por un uso deplorable de aquellas categorías de parte de algunos, justificado de la posesión común de la conceptualización y de los datos de la ciencia, que no hace diferencias de método entre la determinación de un zapato y el análisis de la experiencia de una situación. Tal uso es un ejemplo evidente de cómo fundar la psicología sobre la charlatanería (Das Gerede)

Referencias bibliográficas

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